El año 2023 fue, sin duda alguna, un periodo difícil. No solo las variables macroeconómicas produjeron estrés en la actividad económica nacional e internacional, sino que también se presentó una alta volatilidad en las divisas extranjeras, así como una considerable incertidumbre geopolítica. Esto resintió y golpeó a la industria logística y a la economía en general, lo cual se evidencia en una contracción de la economía colombiana.
La tasa de crecimiento del PIB cayó de un 3% durante el primer trimestre, a terrenos negativos (-0,3%) para el tercer semestre. El Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) empezó en 5,05% en enero, luego cayó vertiginosamente para abril a un -0,91%, después se recuperó un poco para junio llegando a 1,80%, pero finalmente terminó desplomándose para comienzos del cuarto trimestre, alcanzando un -0,41%. Adicionalmente, ha habido una caída en la confianza inversionista, lo cual se refleja en la tendencia negativa del Índice de Confianza Comercial (ICCO) y el Índice de Confianza del Consumidor (ICC). A esto se le suma un bajo nivel de inversión y de gasto públicos, ya que, por ejemplo, para este diciembre, la Presidencia solo logró un porcentaje de ejecución del 14,67%, y en el caso del Departamento Nacional de Planeación, el nivel de ejecución fue del 38,95%. De ahí en adelante, todos los ministerios se mostraron rezagados con un porcentaje inferior al 89%, exceptuando las carteras de Salud y Educación, con 94,3% y 97,64%, respectivamente.
Para todas las empresas, logísticas y no logísticas, este contexto ha sido difícil de navegar ya que este año 2023 estuvo caracterizado por una alta inflación que a comienzos de año inició en niveles de 13,25%, lo cual obligó al Banco de la República de Colombia a incrementar la tasa de interés de intervención a 13,25%, un número que no se veía en décadas. Esta política monetaria contractiva, cuyo objetivo es hacer retroceder los precios al consumidor en la economía colombiana, llevó al encarecimiento del crédito, a incentivar el ahorro y desincentivar la inversión. La tasa de usura llegó a un inconcebible 47,09% en mayo y luego el sistema financiero, al ver el daño tan profundo que podía hacer, acordó ofrecer mejores tasas al público, regulándolas a niveles del 39,8% en octubre. Según la Superintendencia Financiera, en promedio, para junio de este año los créditos comerciales estaban en 34,11% para las microempresas, en 33,69% para las medianas empresas, en 29,70% para las pequeñas empresas, y en un 20,52% para las grandes empresas. Obviamente, esto ha impactado gravemente a los empresarios y emprendedores del país.
Finalmente, tal vez uno de los factores que más ha impactado a la logística internacional y el comercio exterior, ha sido la volatilidad y las variaciones estacionales tan drásticas en la tasa de cambio peso dólar (COP/USD). La incertidumbre, el riesgo y la volatilidad son enemigos de la planeación en el comercio exterior; la mayoría de las empresas no tienen las capacidades o el conocimiento técnico para administrar productos financieros derivados (futuros, forward, swaps, etc.) que sirvan para el cubrimiento cambiario, por lo cual se ven muy afectadas por los tres factores mencionados.
Solo por ilustrar un poco la montaña rusa que hemos vivido, mencionaré algunos hitos interesantes: la TRM en abril 2022 alcanzó niveles cercanos a 3.700 pesos por dólar, luego empezó una tendencia alcista acelerada que la llevo a finales de octubre 2022 a alcanzar hasta casi 5.070, ahí se mantuvo alto durante finales del 2022 y comienzos del 2023, y luego sufrió un descalabro impresionante, llevándonos para el día en que escribo este artículo (28/12/2023) a una TRM cercana a los 3.800 pesos por dólar. El que sabe de operaciones de comercio exterior y de divisas extranjeras entenderá las implicaciones que tiene todo esto. Evidentemente una TRM alta beneficia a los exportadores y una TRM baja beneficia a los importadores, eso está bien si los contratos, clientes y negocios de las empresas estuvieran bien diversificados y equilibrados; pero este no es el factor común. El factor común es que los importadores y exportadores pasan por periodos de estrés extremo que los puede llevar incluso a la quiebra y esto, lógicamente, afecta a todos los que estamos involucrados en la operación logística.
Comercio exterior y logística internacional
De esta manera, debido a los factores económicos anteriormente mencionados, vemos como en el periodo de enero a octubre 2023, las importaciones colombianas registraron una disminución de 20,1% frente al mismo periodo de 2022, mientras que las exportaciones, para ese mismo periodo, mostraron una reducción del 14,2%.
En cuanto a uno de los rubros más importantes de la logística, el transporte de carga terrestre nacional, podemos ver cómo el Índice de Costos de Transporte de Carga por Carretera (ICTC), que mide las variaciones promedio de precios de un conjunto representativo de bienes y servicios necesarios para la movilización y mantenimiento de un vehículo prestador del servicio del transporte de carga por carretera en el país, presentó un promedio de variaciones anuales 2022-2023 para el primer semestre de 10,41%. Afortunadamente, después se redujo un poco para un promedio de variaciones anuales entre julio y noviembre 2022-2023 de 4,93%. Sin embargo, hay múltiples banderas rojas a la vista, como lo son las estabilizaciones pendientes del precio de los combustibles (tanto gasolina como ACPM) para el 2024, así como el incremento en los peajes del territorio nacional.
No obstante, tengamos en cuenta que no solamente los fletes internacionales se han visto perjudicados por las fluctuaciones cambiarias y las situaciones geopolíticas (Guerra en Ucrania, Guerra en Medio Oriente, Tensiones EE. UU y China, etc.), y los fletes nacionales por lo mencionado en el párrafo anterior, sino que también hay otra serie de elementos que están afectando a todas las actividades logísticas conexas, tales como el paqueteo, la distribución, el almacenamiento, el embalaje, etc.
Por ejemplo, solo veamos las aterradoras cifras de la Encuesta Mensual Manufacturera (EMM del DANE) que muestra la variación anual de producción: empieza el año en un muy modesto positivo (0,2%), en febrero aumenta levemente (0,4%) y, a partir de ahí, caída libre en abril (-6,4%), luego trata de recuperarse para mayo (-3,4%), pero era solo para coger impulso en la siguiente caída que tocó un nivel preocupante en octubre (-8,6%). Los mismo el Índice de Producción Industrial (IPI), el cual desde marzo hasta octubre lleva acumulando variaciones negativas, siendo la menor en marzo (-0,4%) y la mayor en agosto (-4,6%). Como último ejemplo, para ponerle la cereza a este pastel, mencionemos la Encuesta mensual de Comercio (EMC del DANE), la cual proporciona los principales indicadores sobre la evolución de la actividad comercial minorista del país: para el periodo de enero a octubre de 2023, en comparación con el mismo periodo del año 2022, las ventas del comercio minorista decrecieron 7,1%. En este periodo, quince líneas de mercancías registraron variaciones negativas en sus ventas reales, mientras que cuatro líneas registraron variación positiva.
En resumen, si a los empresarios y emprendedores les va mal, todos los que proveemos servicios a estos clientes nos vemos fuertemente afectados, seamos agencias de aduanas, agentes de carga internacional, empresas de transporte terrestre, operadores logísticos, comercializadores internacionales, depósitos y bodegas, aerolíneas, navieras, etc.
Finalmente, en los últimos meses se ha evidenciado, aún más que antes, un problema que ya existía hace mucho tiempo: la falta de una infraestructura tecnológica y administrativa apropiada y eficiente para el sistema de aduanas y control de fronteras de Colombia. Las plataformas informáticas no cuentan con las características técnicas y conectivas que faciliten el procesamiento de trámites aduaneros, lo cual le resta muchísima competitividad internacional al país. En los últimos meses del año 2023 la plataforma SYGA, operada por la DIAN, ha presentado problemas e interrupciones en su funcionamiento, generando graves pérdidas económicas para el comercio exterior en el país. Entre los sobrecostos, tiempos de espera, retrasos en entrega de materias primas y nacionalización de bienes en puertos marítimos del país, la Asociación Nacional de Comercio Exterior (ANALDEX) ha estimado perjuicios económicos que ascienden a unos 2 billones de pesos. Ya ocho agremiaciones, incluyendo a la Federación Colombiana de Agentes Logísticos en Comercio Internacional (FITAC) han manifestado sus inconformidades, no sólo con las fallas informáticas, sino también por los borradores de regulación aduanera que está proponiendo la DIAN. Esperemos que se llegue a un rápido acuerdo y solución para que no se sigan acumulando pérdidas económicas para todos los participantes de la cadena de suministro.
Por cuestiones de longitud del presente artículo, dejo por fuera otros temas fundamentales que impactan a la economía colombiana y el futuro de los empresarios en el 2024, tales como las reformas laborales, que amenazan con incrementar los costos de mano de obra (lo cual afecta seriamente las actividades logísticas intensivas en capital humano, por ejemplo, el embalaje), y la falta de competitividad fiscal del país, como se evidenció en los últimos reportes de la OCDE (lo cual genera demasiada carga tributaria al sector empresarial, para financiar una falta de cobertura de contribuyentes). Sin embargo, el próximo año con gusto escribiré al respecto.
Conclusiones y aspectos positivos
A pesar de todas estas malas noticias y temas por resolver, debo decir que también hay aspectos muy positivos y oportunidades para todos los que participamos en la cadena de suministro/abastecimiento. Por un lado, estas difíciles condiciones nos han obligado a reinventarnos, a innovar, a volvernos más recursivos, a fortalecer nuestros sistemas de administración de riesgos, a sofisticar nuestras herramientas de proyección y planeación, a actualizar nuestros sistemas informáticos, a invertir más en la capacitación y el desarrollo de nuestro valioso capital humano, y a muchas otras cosas sobre las cuales escribiré el próximo año. Por otro lado, hemos aprendido que debemos volvernos “anti-frágiles”, tal y como lo define el creador de este concepto, el genio Nassim Nicholas Taleb:
“Algunas cosas se benefician de las crisis; prosperan y crecen cuando se exponen a la volatilidad, la aleatoriedad, el desorden y los factores estresantes y aman la aventura, el riesgo y la incertidumbre. Sin embargo, a pesar de la ubicuidad del fenómeno, no existe una palabra para exactamente lo opuesto a frágil. Llamémoslo antifrágil.”
La antifragilidad va más allá de la resiliencia o la robustez. El resiliente resiste los impactos y permanece igual, el antifrágil mejora. El antifrágil ama la aleatoriedad y la incertidumbre, lo que también significa, de manera crucial, un cierto amor por los errores, por cierta clase de errores controlados. El proceso de descubrimiento, o de innovación disruptiva, o de progreso tecnológico innovador, en sí mismos, depende de tantear y probar de manera antifrágil, así como de asumir ciertos riesgos y de no tener miedo de soltar lo que ya no nos es útil.
Escrito por:
Nicolás Gärtner Cala
CEO del Grupo Sightlog
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